Luis G. Mendoza
Quiero hablar con tu voz en secreto
y decirte al oído que te quiero,
caminar por el edén de tu desierto,
recorrer todo tu cuerpo entero.
Perderme en los abismos de tu huerto
y comer tus montañas con esmero;
disfrutar de los besos venideros.
En tus rincones mis caricias vierto.
Te guardaré siempre en la memoria,
recordaré al instante cada beso
y volveré a escribir la misma historia.
Quiero saber que mía es tu figura
y enloquecer preso del exceso
o amanecer atado a tu cintura.
Perteneciente al libro Mínima señal D.R.
jueves, 15 de agosto de 2013
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Excelentísimo Luis G. Mendoza, en el encuentro con su testimonio de baile a plena luz, con su panel de cuerdas , aflora el sabor intenso de un tejido de diez puntos a la orden de las exigencias del ensueño; de un secreto que no se envía al pecho como el nombre de una isla perdida. En su voz, cabalga la oración de quien , a solas, ha velado un latido que se repite en la boca de la luna, como una irrevocable sensación de auscultamiento de una cuenta de belleza que nunca está sin fondos. Hay, pues, más que impulso; hay una confesa devoción , que supera la experiencia del licor de una posesión, la evocación de un hechizo, la intención de una conquista bajo el toldo albo donde se derrama la canción del primer jardín que se volvió columna para un viaje impostergable al nido de suaves sombras acústicas que es el cuerpo . Hay un brindis que prende la copa de las huellas y un canto que mira de frente el sol. Hay una declarada disposición a ser marcado, un afán de ser cautivo. Un abrazo fraterno, noble amigo mío.
ResponderEliminarCristina Sánchez López